miércoles, 16 de diciembre de 2009

La guerra es contra la indiferencia

Hace unos días alguien que apenas me conocía, pero que estaba interesado en saber más de mí, me preguntó: "¿Eres tú el mismo Javier Bleda del blog político?" Evidentemente, le contesté afirmativamente, más que nada porque mi foto no deja lugar a dudas. Y es que mi interlocutor no podía creer que una persona de mi ideología fuera, al mismo tiempo, un acérrimo defensor de África y, por ende, de los africanos.

La tendencia natural de la extrema derecha, de los fachas, de los fascistas o de cómo demonios nos quieran llamar, siempre ha sido la de ver a los africanos de manera despectiva, como si no tuvieran derecho a la vida o, para ser más exactos, como si lo tuvieran pero en sus propios países, porque en España no se les ha perdido nada. Ha sido ese síndrome racista, al que ahora se le une el xenófobo, el que ha marcado muy negativamente a los que nos encontramos más allá de la descafeinada derecha del Partido Popular. Se ha dicho de todo, y no muy bueno, sobre los negros, y si hablamos de fútbol ya para qué contar, todo el mundo sabe lo que puede significar ser negro y enfrentarse, por ejemplo, a los ultras de un equipo blanco.

Para los que nos encontramos al Sur de Rajoy, va a ser prácticamente imposible quitarnos ese estigma de racistas inhumanos, cuyo odio por lo diferente solo es comparable con personajes de la talla de Hitler y otras perturbaciones humanas por el estilo. Pero he aquí que ya somos muchos, y cada vez más, que nunca hemos entendido ese dar por hecho que fascista y racista caminen de la mano, porque nunca lo hemos sido y, sobre todo, porque nuestras propias convicciones morales, religiosas y personales nos permiten estar a la altura de lo que, en justicia, debería ser un Ser Humano. Y luego la estupidez. Porque hay que ser estúpido, pero mucho, para defender el derecho a la vida de los no natos y, al tiempo, odiar a los nacidos de otro color.

Pero en todo caso no quiero, ni pretendo, hacer en este artículo una disquisición teórica sobre el incomprensible advenimiento xenófobo racista a la causa extrema. Más bien, mi intención es hacer ver a los presuntos lectores, y el que quiera entender que entienda, que, si bien el vulgo y los que quedan al Este de Rajoy, don Mariano, y también decenas de intelectuales, se encuentran como más poseídos del derecho a la solidaridad y a entender los males del mundo, no es menos cierto que entre todos, los unos y los otros, azules y rojos, permiten, permitimos, que se siga jugando con África como si, en el fondo, no existiera o, si es que existe, su existencia se limita a los telediarios y a dar alguna limosna de cuando en cuando.

Todos somos culpables de no hacer nada, todos somos xenófobos y racistas por dejación, o lo que sería peor, todos somos indiferentes ante la muerte diaria gratuita de miles de niños y adultos que deberían tener derecho a la vida. Y después invocamos a Dios, y le rezamos. O invocamos nuestra inteligencia ante la ausencia de un dios en nuestras vidas, pero el resultado es el mismo. ¿De qué sirve no ser racista si uno se mira su propio ombligo e ignora la catástrofe humanitaria que se vive en África o, dicho con otras palabras, el genocidio que estamos cometiendo los que, desde nuestra fijación por el consumismo, entendemos que es mejor vivir bien, y pelear por vivir mejor, que vivir y ayudar a vivir?

Si el Rey quisiera, si Zapatero quisiera, si Rajoy quisiera, si los autonomistas independentistas quisieran, si los dirigentes políticos quisieran, si nuestras instituciones más insignes quisieran, si todos quisiéramos, dejaríamos de pensar quién es racista y quién es antirracista para centrarnos en lo que de verdad importa, la defensa de los derechos humanos, empezando por enseñarla en la escuela como asignatura obligatoria. No recuerdo haber tenido que hacer nunca una raíz cuadrada en mi vida normal, pero sí he visto como varios niños morían en mis manos sin poder hacer absolutamente nada por ello. En mi colegio nunca me hablaron de ello, o al menos nunca me prepararon para afrontar el reto de saber que vivo bien mientras otros mueren mal.

Sí, definitivamente el Javier Bleda que ha escrito un mensaje en forma de librito para la ayuda urgente a África es el mismo Javier Bleda de ideología joseantoniana. Siempre me he sentido azul, pero desde hace más de quince años también me siento negro y no me odio por ello, más bien al contrario, doy fe pública para que los que tanto hablan del honor patrio sepan que, dentro de nuestras propias fronteras, hay una guerra declarada en la que tenemos que dejar lo mejor de nosotros mismos, es la guerra contra la indiferencia.